viernes, 26 de junio de 2015

Meditación



Quizás esta es la parte de las artes marciales menos valorada y estudiada, sin embargo, para sorpresa de muchos es el cimiento, el origen y el objetivo de las artes marciales.
La realidad es que la meditación consiste en escuchar, escucharse a uno mismo, escuchar al universo o escuchar a Dios. Cada persona lo llama de un modo distinto, usa el que te parezca es indiferente, ya que su finalidad sigue siendo la misma, quedarnos en silecio y escuchar esa voz interior que todos tenemos dentro. Sin embargo esta no es una tarea sencilla, cualquier persona que intente comenzar a meditar se dará cuenta que es un ejercicio arduo y que resulta agotador, por lo que, íronicamente es necesaria una buena condición física para realizar una correcta meditación. Debido a esto los monjes se entrenaban, con el objetivo final de resistir las intensas horas de meditación.
Con la meditación logramos conocernos nosotros mismos, aceptarnos tanto a nuestra persona como al mundo que nos rodea, lo cual es la auténtica finalidad de las artes marciales. Se puede decir, por tanto, que este es el primer paso para fortalecer nuestro espíritu y recorrer nuestro camino en la vida, el cual deberemos caminar solos ya que únicamente tú eres capáz de ahondar en tu interior y por tanto no necesitas nada ni a nadie.

A la hora de comenzar con esta rama de las artes marciales debemos cultivar cuatro actitudes básicas:

              1.  Actitud corporal. La posición corporal debe combinar dos aspectos: estabilidad y vigilia. La postura de zazen en loto o en semiloto es la que obtiene el mejor resultado de la relación estabilidad-vigilia. En cualquier caso, es fundamental que la postura te permita permanecer inmóvil y atento el mayor tiempo posible. A esto se le llama estabilidad.
              2.  Actitud emocional. No te apeges ni rechaces emocionalmente ningún contenido de los que aparecen en tu campo de conciencia. Acepta cada sensación, emoción o pensamiento tal y como es, sin elegir ni rechazar. Si aparece en ti el apego o el rechazo, toma conciencia de que el apego o el rechazo ha surgido en ti y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama ecuanimidad.
              3. Actitud mental. No tomes partido ni por ni contra nada, sea lo que sea. No juzgues tus propios sentimientos, sensaciones o pensamientos. No digas: "Esto está bien, esto está mal". Si aparecen juicios y valoraciones en tu mente, toma conciencia de los juicios y valoraciones que han surgido y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama objetividad.
              4.  Actitud espiritual. No huyas ni persigas nada, sea lo que sea. No quieras alcanzar nada ni liberarte de nada, sea lo que sea. Simplemente quédate ahí, observando, aceptando que cada cosa es lo que es en este momento. A esto se le llama apertura interior.

A continuación vamos a empezar con los puntos en los que debes centrarte y trabajar durante la meditación. Esto no es trabajo de un día, sino como en todas las ramas de las artes marciales, es un camino propio de desarrollo personal que lleva toda una vida, así que recuerda que todo empieza con un paso y no tengas prisa en recorrerlo, sencillamente disfruta de las vistas.

1. Enfoque

Nuestra mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se agitan las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias, pensamientos variados, sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo que sufrimos dirige nuestra atención hacia la realidad externa, en pos de la adquisición de bienes y de información.
En contraste, nuestro mundo interno permanece en la sombra. Nuestra mente es también como un jardín secreto abandonado en el que las zarzas y las malas hierbas, los pensamientos obsesivos, las emociones perturbadoras, etc., crecen por doquier. Resultado de ello es un estado mental y emocional confuso, agitado, en definitiva, insatisfactorio. Sentimos malestar pero no sabemos lo que nos pasa. "Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Por eso nos pasa lo que nos pasa", decía Ortega y Gasset. Para saber lo que nos pasa no tenemos más remedio que mirar dentro de nosotros mismos, comprendernos a nosotros mismos, hacernos íntimos con nosotros mismos, clarificar nuestras aspiraciones, simplificar nuestros deseos y encontrar el verdadero propósito de nuestra existencia.
Lo primero que debemos hacer es logar la calma mental, no se puede ver el fondo de un estanque con las aguas revueltas, así pues debemos lograr este primer objetivo mediante la concentración. Para ello, en primer lugar, enfocamos la atención sobre la postura corporal. Creamos una base corporal sólida doblando las piernas en loto o en medio loto, de forma que las dos rodillas en contacto con el suelo y las nalgas en contacto con el suelo formen una base estable sobre la que pueda erguirse el tronco. Estiramos bien la columna vertebral. Relajamos los hombros. La cabeza permanece justo sobre los hombros, sin inclinarse hacia delante, detrás, izquierda o derecha. Dejamos caer los brazos a lo largo del cuerpo y disponemos la mano izquierda sobre la mano derecha, ambas pegadas al bajo vientre.
  

   Una vez que nos hemos cerciorado de que la postura corporal es correcta y equilibrada, enfocamos la atención sobre la respiración. Enfocar la respiración sobre la respiración no quiere decir "controlar" la respiración. Simplemente permanece atento a la respiración, eso sí, no dejes que tu atención sea atraída por nada que no sea la respiración. No luches contra las distracciones, simplemente enfócate con determinación sobre la respiración. De esta forma, naturalmente, automáticamente, inconscientemente, tu actividad mental se calmará.

2.  Observación

Cuando sientas que tu mente se ha aquietado gracias a la concentración sobre la respiración, puedes abrir el campo de la atención gracias a la observación. Llegados a este punto es importante asegurarte de que el nivel de concentración, o quietud, no sufre mengua.
A partir de aquí debemos ser conscientes del concepto de ecuanimidad, es decir, imparcialidad. En la vida tendemos a dividir las cosas en buenas o malas según nuestra persepectiva, en el campo de la observación debemos olvidar estos conceptos y centrar únicamente en nuestras sensaciones, sin dividirlas en positivas o negativas.
             Al comenzar con la observación nos centraremos en enfocar nuestra atención en dos puntos, que alacanzaremos en un orden:

a.      Sensaciones corporales

Primero de todo enfocaremos nuestra atención sobre las sensaciones: corporales, visuales, auditivas, gustativas, olfativas y tomar conciencia (observar) de cada una de ellas. Por lo general, la mente tenderá automáticamente a catalogar las sensaciones como agradables, desagradables y neutras. Las sensaciones agradables generarán automáticamente una actitud emocional de apego, las desagradables de rechazo y las neutra, de indiferencias. Cuando una ola se levanta, otras muchas la siguen inmediatamente y de esta forma puedes encontrarte de pronto en un mar agitado, zarandeado por las olas del apego y del rechazo.
Como ya hemos dicho la observación sólo puede tener lugar desde la ecuanimidad de la concentración. Si sientes que estás perdiendo la ecuanimidad, debes abandonar inmediatamente la observación y volver a enfocar tu atención sólo en la respiración, de forma que la concentración y la quietud que la acompañan sean reforzadas.
“Al principio me sentía incomodo, todo me dolía, pero a medida que han pasado los días creo que lo he aceptado. El sacrificio me ha ayudado a controlarme.”

b.      Actitudes emocionales

La amplia gama de emociones que los seres humanos somos capaces de experimentar tiene tres raíces principales: el rechazo y toda su familia (aversión, odio, antipatía, malevolencia, etc); el apego y toda su familia (aferramiento, simpatía, identificación, etc.) y la indiferencia y toda su familia (desinterés, etc.) Como se ha dicho ya, el rechazo suele acompañar a las sensaciones y pensamientos que la mente considera desagradables. El apego viene acompañando a las sensaciones y pensamientos considerados agradables y la indiferencia acompaña a las sensaciones y pensamientos considerados neutros.
Observar las actitudes emocionales a través de las cuales percibimos la realidad es una práctica sutil y difícil, se trata de tomar conciencia del color de las lentes a través de las cuales percibimos la realidad y, en la mayoría de los casos, una mente no entrenada es incapaz de discernir la realidad objetiva de su percepción subjetiva.
Esta práctica genera una mayor ecuanimidad emocional y libera a la mente del penduleo extremo entre el apego ciego y el rechazo visceral.

3.      Perspectiva

Una vez hemos evolucionado a los puntos anteriores, debemos darnos cuenta de un factor importante, este no es más que el hecho de que según el punto desde el que parte la observación, la realidad observada será una u otra. En este nivel, puedes tomar conciencia de los contenidos mentales  o presupuestos inconscientes desde los que parten tu observación de la realidad que estás experimentando. Al tomar conciencia de ellos puedes darte cuenta al mismo tiempo hasta qué punto te sientes identificado (apegado) con ellos. Si, gracias a una observación ecuánime, permites que esa identificación emocional se disuelva, esos metaprogramas cognitivos perderán consistencia y podrás liberarte de ellos. De esta forma, al cambiar los presupuestos de tu observación, una nueva realidad aparecerá ante tus ojos.
Una vez en este punto, ya no podemos decir a ciencia cierta si es el observador el que observa la realidad o es la realidad la que observa al observador. En palabras de un maestro zen:
"Miro la flor
Y la flor se ve a si misma
a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mis mismo
A través de ella".

4.      Iluminación

En este punto descubres que tu conciencia (la conciencia que el mundo toma de sí mismo a través de ti) no es tuya, carece de propietario. Su naturaleza es su propia luz, gracias a la cual la realidad es lo que es en cada momento. Si has llegado hasta aquí tu mente iluminada verá que las cosas son lo que son y las aceptarás plenamente tal y como son. Si no has llegado hasta aquí, las cosas son lo que son aunque no lo veas ni lo aceptes.


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