Quizás esta es la parte de las artes marciales menos valorada y estudiada, sin embargo, para sorpresa de muchos es el cimiento, el origen y el objetivo de las artes marciales.
La realidad es que la meditación consiste en escuchar, escucharse a uno mismo, escuchar al universo o escuchar a Dios. Cada persona lo llama de un modo distinto, usa el que te parezca es indiferente, ya que su finalidad sigue siendo la misma, quedarnos en silecio y escuchar esa voz interior que todos tenemos dentro. Sin embargo esta no es una tarea sencilla, cualquier persona que intente comenzar a meditar se dará cuenta que es un ejercicio arduo y que resulta agotador, por lo que, íronicamente es necesaria una buena condición física para realizar una correcta meditación. Debido a esto los monjes se entrenaban, con el objetivo final de resistir las intensas horas de meditación.
Con la meditación logramos conocernos nosotros mismos, aceptarnos tanto a nuestra persona como al mundo que nos rodea, lo cual es la auténtica finalidad de las artes marciales. Se puede decir, por tanto, que este es el primer paso para fortalecer nuestro espíritu y recorrer nuestro camino en la vida, el cual deberemos caminar solos ya que únicamente tú eres capáz de ahondar en tu interior y por tanto no necesitas nada ni a nadie.
La realidad es que la meditación consiste en escuchar, escucharse a uno mismo, escuchar al universo o escuchar a Dios. Cada persona lo llama de un modo distinto, usa el que te parezca es indiferente, ya que su finalidad sigue siendo la misma, quedarnos en silecio y escuchar esa voz interior que todos tenemos dentro. Sin embargo esta no es una tarea sencilla, cualquier persona que intente comenzar a meditar se dará cuenta que es un ejercicio arduo y que resulta agotador, por lo que, íronicamente es necesaria una buena condición física para realizar una correcta meditación. Debido a esto los monjes se entrenaban, con el objetivo final de resistir las intensas horas de meditación.
Con la meditación logramos conocernos nosotros mismos, aceptarnos tanto a nuestra persona como al mundo que nos rodea, lo cual es la auténtica finalidad de las artes marciales. Se puede decir, por tanto, que este es el primer paso para fortalecer nuestro espíritu y recorrer nuestro camino en la vida, el cual deberemos caminar solos ya que únicamente tú eres capáz de ahondar en tu interior y por tanto no necesitas nada ni a nadie.
A la
hora de comenzar con esta rama de las artes marciales debemos cultivar cuatro
actitudes básicas:
1.
Actitud
corporal. La posición corporal debe combinar dos
aspectos: estabilidad y vigilia. La postura de zazen en loto o en semiloto es
la que obtiene el mejor resultado de la relación estabilidad-vigilia. En
cualquier caso, es fundamental que la postura te permita permanecer inmóvil y
atento el mayor tiempo posible. A esto se le llama estabilidad.
2.
Actitud
emocional. No te apeges ni rechaces emocionalmente
ningún contenido de los que aparecen en tu campo de conciencia. Acepta cada
sensación, emoción o pensamiento tal y como es, sin elegir ni rechazar. Si
aparece en ti el apego o el rechazo, toma conciencia de que el apego o el
rechazo ha surgido en ti y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le
llama ecuanimidad.
3.
Actitud
mental. No tomes partido ni por ni contra nada, sea lo que sea. No juzgues
tus propios sentimientos, sensaciones o pensamientos. No digas: "Esto está
bien, esto está mal". Si aparecen juicios y valoraciones en tu mente, toma
conciencia de los juicios y valoraciones que han surgido y déjalos estar sin
darles importancia. A esto se le llama objetividad.
4.
Actitud
espiritual. No huyas ni persigas nada, sea lo que sea. No quieras alcanzar
nada ni liberarte de nada, sea lo que sea. Simplemente quédate ahí, observando,
aceptando que cada cosa es lo que es en este momento. A esto se le llama
apertura interior.
A
continuación vamos a empezar con los puntos en los que debes centrarte y
trabajar durante la meditación. Esto no es trabajo de un día, sino como en
todas las ramas de las artes marciales, es un camino propio de desarrollo
personal que lleva toda una vida, así que recuerda que todo empieza con un paso
y no tengas prisa en recorrerlo, sencillamente disfruta de las vistas.
1. Enfoque
Nuestra
mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se
agitan las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias,
pensamientos variados, sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo
que sufrimos dirige nuestra atención hacia la realidad externa, en pos de la
adquisición de bienes y de información.
En
contraste, nuestro mundo interno permanece en la sombra. Nuestra mente es
también como un jardín secreto abandonado en el que las zarzas y las malas
hierbas, los pensamientos obsesivos, las emociones perturbadoras, etc., crecen
por doquier. Resultado de ello es un estado mental y emocional confuso,
agitado, en definitiva, insatisfactorio. Sentimos malestar pero no sabemos lo
que nos pasa. "Lo que nos pasa es
que no sabemos lo que nos pasa. Por eso nos pasa lo que nos pasa",
decía Ortega y Gasset. Para saber lo que nos pasa no tenemos más remedio que
mirar dentro de nosotros mismos, comprendernos a nosotros mismos, hacernos
íntimos con nosotros mismos, clarificar nuestras aspiraciones, simplificar
nuestros deseos y encontrar el verdadero propósito de nuestra existencia.
Lo
primero que debemos hacer es logar la calma mental, no se puede ver el fondo de
un estanque con las aguas revueltas, así pues debemos lograr este primer
objetivo mediante la concentración. Para ello, en primer lugar, enfocamos la
atención sobre la postura corporal. Creamos una base corporal sólida doblando
las piernas en loto o en medio loto, de forma que las dos rodillas en contacto
con el suelo y las nalgas en contacto con el suelo formen una base estable
sobre la que pueda erguirse el tronco. Estiramos bien la columna vertebral.
Relajamos los hombros. La cabeza permanece justo sobre los hombros, sin
inclinarse hacia delante, detrás, izquierda o derecha. Dejamos caer los brazos
a lo largo del cuerpo y disponemos la mano izquierda sobre la mano derecha,
ambas pegadas al bajo vientre.
Una vez
que nos hemos cerciorado de que la postura corporal es correcta y equilibrada,
enfocamos la atención sobre la respiración. Enfocar la respiración sobre la
respiración no quiere decir "controlar" la respiración. Simplemente
permanece atento a la respiración, eso sí, no dejes que tu atención sea atraída
por nada que no sea la respiración. No luches contra las distracciones, simplemente
enfócate con determinación sobre la respiración. De esta forma, naturalmente,
automáticamente, inconscientemente, tu actividad mental se calmará.
2. Observación
Cuando sientas que tu mente se ha aquietado gracias a la concentración sobre la
respiración, puedes abrir el campo de la atención gracias a la observación. Llegados a este punto es importante asegurarte de que el nivel de
concentración, o quietud, no sufre mengua.
A partir de aquí debemos ser conscientes del concepto de ecuanimidad, es decir,
imparcialidad. En la vida tendemos a dividir las cosas en buenas o malas según
nuestra persepectiva, en el campo de la observación debemos olvidar estos
conceptos y centrar únicamente en nuestras sensaciones, sin dividirlas en
positivas o negativas.
Al
comenzar con la observación nos centraremos en enfocar nuestra atención en dos
puntos, que alacanzaremos en un orden:
a. Sensaciones corporales
Primero
de todo enfocaremos nuestra atención sobre las sensaciones: corporales,
visuales, auditivas, gustativas, olfativas y tomar conciencia (observar) de
cada una de ellas. Por lo general, la mente tenderá automáticamente a catalogar
las sensaciones como agradables,
desagradables y neutras. Las sensaciones agradables generarán
automáticamente una actitud emocional de apego, las desagradables de rechazo y
las neutra, de indiferencias. Cuando una ola se levanta, otras muchas la siguen
inmediatamente y de esta forma puedes encontrarte de pronto en un mar agitado,
zarandeado por las olas del apego y del rechazo.
Como ya
hemos dicho la observación sólo puede tener lugar desde la ecuanimidad de la
concentración. Si sientes que estás perdiendo la ecuanimidad, debes abandonar
inmediatamente la observación y volver a enfocar tu atención sólo en la
respiración, de forma que la concentración y la quietud que la acompañan sean
reforzadas.
“Al principio me sentía incomodo, todo me dolía,
pero a medida que han pasado los días creo que lo he aceptado. El sacrificio me
ha ayudado a controlarme.”
b. Actitudes emocionales
La
amplia gama de emociones que los seres humanos somos capaces de experimentar
tiene tres raíces principales: el
rechazo y toda su familia (aversión, odio, antipatía, malevolencia, etc); el apego
y toda su familia (aferramiento, simpatía, identificación, etc.) y la
indiferencia y toda su familia (desinterés, etc.) Como se ha dicho ya, el
rechazo suele acompañar a las sensaciones y pensamientos que la mente considera
desagradables. El apego viene acompañando a las sensaciones y pensamientos
considerados agradables y la indiferencia acompaña a las sensaciones y
pensamientos considerados neutros.
Observar
las actitudes emocionales a través de las cuales percibimos la realidad es una
práctica sutil y difícil, se trata de tomar conciencia del color de las lentes
a través de las cuales percibimos la realidad y, en la mayoría de los casos,
una mente no entrenada es incapaz de discernir la realidad objetiva de su
percepción subjetiva.
Esta
práctica genera una mayor ecuanimidad emocional y libera a la mente del
penduleo extremo entre el apego ciego y el rechazo visceral.
3.
Perspectiva
Una vez
hemos evolucionado a los puntos anteriores, debemos darnos cuenta de un factor
importante, este no es más que el hecho de que según el punto desde el que
parte la observación, la realidad observada será una u otra. En este nivel,
puedes tomar conciencia de los contenidos mentales o presupuestos inconscientes desde los que
parten tu observación de la realidad que estás experimentando. Al tomar
conciencia de ellos puedes darte cuenta al mismo tiempo hasta qué punto te
sientes identificado (apegado) con ellos. Si, gracias a una observación
ecuánime, permites que esa identificación emocional se disuelva, esos metaprogramas
cognitivos perderán consistencia y podrás liberarte de ellos. De esta forma, al
cambiar los presupuestos de tu observación, una nueva realidad aparecerá ante
tus ojos.
Una vez
en este punto, ya no podemos decir a ciencia cierta si es el observador el que
observa la realidad o es la realidad la que observa al observador. En palabras
de un maestro zen:
"Miro la
flor
Y la flor se
ve a si misma
a través de
mí.
La flor me
mira
Y me veo a mis
mismo
A través de
ella".
4.
Iluminación
En
este punto descubres que tu conciencia (la conciencia que el mundo toma de sí
mismo a través de ti) no es tuya, carece de propietario. Su naturaleza es su
propia luz, gracias a la cual la realidad es lo que es en cada momento. Si has
llegado hasta aquí tu mente iluminada verá que las cosas son lo que son y las
aceptarás plenamente tal y como son. Si no has llegado hasta aquí, las cosas
son lo que son aunque no lo veas ni lo aceptes.
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